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Acuérdate, ahora, de tu Magnífico Creador

En la foto se observan mi madre (la abuela), el hijo (yo), y la nieta (Emma). No “visible”, no obstante el más importante, Dios, sin el cual no tendríamos foto para mostrar…

Estas tres generaciones visibles y con gran energía vital, nos acercamos siempre al fin de nuestras vidas, a un ritmo imparable de 60 segundos por minuto. El tenerlo presente no es para atormentarse, constituye un pequeño recordatorio para valorar lo importante, y compartir tiempo de calidad con las personas que amamos.

(Eclesiastés 9:10).

Acuérdate, ahora, de tu Magnífico Creador en los días de tu mocedad, antes de que procedan a venir los días calamitosos, o hayan llegado los años en que dirás: “No tengo en ellos deleite”; antes de que se oscurezcan el sol y la luz y la luna y las estrellas, y hayan regresado las nubes, después el aguacero; el día en que tiemblen los guardianes de la casa, y se hayan encorvado los hombres de energía vital, y las mujeres que muelen hayan dejado de trabajar por haber llegado a ser pocas, y las señoras que ven por las ventanas lo hayan hallado oscuro; y las puertas que dan a la calle hayan sido cerradas, cuando el sonido del molino se haga quedo, y uno se levante al sonido de un pájaro, y todas las hijas del canto suenen bajo. También se han llenado de temor meramente de lo que es alto, y hay terrores en el camino. Y el almendro lleva flores, y el saltamontes se arrastra, y la baya de la alcaparra se revienta, porque el hombre va andando a su casa de larga duración y los plañidores han marchado alrededor por la calle; antes de que se remueva la cuerda de plata, y se quebrante el tazón de oro, y se quiebre el jarro junto al manantial, y haya sido quebrantada la rueda del agua para la cisterna. Entonces el polvo vuelve a la tierra justamente como sucedía que era, y el espíritu mismo vuelve al Dios que lo dio.

(*) “TRADUCCIÓN”

(1) “Acuérdate, ahora, de tu Magnífico Creador en los días de tu mocedad”: Juventud. (2) “antes que procedan a venir los días calamitosos, o hayan llegado los años en que dirás: “No tengo en ellos deleite”: El deterioro del cuerpo físico quita gozo a la vida. (3) “antes que se oscurezcan el sol y la luz y la luna y las estrellas”: La vista se debilita. (4) “y hayan regresado las nubes, después el aguacero”: No hay un día claro, siempre es nublado (triste). (5) “el día en que tiemblen los guardianes de la casa, y se hayan encorvado los hombres de energía vital,”: Las piernas y los brazos se debilitan. (6) “y las mujeres que muelen hayan dejado de trabajar por haber llegado a ser pocas,”: Las muelas (dientes). (7) “y las señoras que ven por las ventanas lo hayan hallado oscuro;”: La vista débil. (8) “y las puertas que dan a la calle hayan sido cerradas, cuando el sonido del molino se haga quedo,”: Los oídos que se van “cerrando” y se debilitan. (9) “y uno se levante al sonido de un pájaro,”: En la ancianidad molestan ruidos que antes no perturbaban y en ocasiones hay insomnio por un sonido ligero. (10) “y todas las hijas del canto suenen bajo.”: La voz se debilita. (11) “También se han llenado de temor meramente de lo que es alto, y hay terrores en el camino.”: Al perder la fortaleza física se teme hasta por una caída en donde antes se podía saltar. (12) “Y el almendro lleva flores”: El cabello se vuelve blanco. (13) “y el saltamontes se arrastra”: Podría ser una expresión que pretende semejar la forma del saltamontes con la manera en que camina un anciano y la figura que va tomando. (14) “y la baya de la alcaparra se revienta”: Ya ni la alcaparra estimula el deseo de comer, se vuelve débil el apetito. (15) “porque el hombre va andando a su casa de larga duración y los plañidores han marchado alrededor por la calle”: Al sepulcro. (16) “antes que se remueva la cuerda de plata”: Médula espinal. (17) “y se quebrante el tazón de oro”: El cráneo. (18) “y se quiebre el jarro junto al manantial,”: El corazón. (19) “y haya sido quebrantada la rueda del agua para la cisterna”: El sistema circulatorio. (20) “Entonces el polvo vuelve a la tierra justamente como sucedía que era, y el espíritu mismo vuelve al Dios que lo dio”: Dios nos formó de los elementos del suelo y nos dio el aliento de vida, así al morir, nuestro cuerpo vuelve a ser polvo, y el aliento de vida -el espíritu-, vuelve a Dios. El mismo libro de Eclesiastés dice que los muertos: “no tienen conciencia de nada en absoluto” (Eclesiastés 9:5).No pueden ni ayudarnos ni hacernos daño, porque en la tumba “no hay trabajo ni formación de proyectos ni conocimiento ni sabiduría” (Eclesiastés 9:10).

FIN
(Jorge Rohner Díaz Chavarría)